miércoles, 13 de mayo de 2009

La inseguridad nuestra de cada dia











Copio un artículo que me gusto del "Observador", creo que refleja fielmente es estado de inseguridad que sentimos a diario, y la impotencia de sentirnos rehenes de la inseguridad y la delincuencia que a diario asola la sociedad.
Vivimos una realidad de la que todos somos culpables, y lo triste es que la "gente", y la familia es la grán culpable; los que ahora nos estamos lamentando amargamente por nuestros muertos, somos los directos culpables.
Por que los valores que no se aprenden en la interna familiar, en el día a día, en el ver a nuestros padres ganarse honestamente el sustento, si no aprendemos que lo "público" es de todos y entre todos lo tenemos que cuidar, etc. éstos valores NO se van adquirir en la escuela, ni con los amigos, ni mucho menos en la "calle" y con las juntas.
Poco podemos reprocharle al estado que no sepa qué hacer, cuando no supimos enseñarle a los jóvenes en su casa qué esta bien y qué esta mal.!!!

Honestos, pero ineptos

"Están los delincuentes, y está el resto de la gente que vive atemorizada, con o sin razón, eso poco importa. Los delincuentes están afuera de la ley, el resto de la gente lo conforma, entre otros, quienes votan a los que hacen las leyes, los que hacen las leyes, los que aplican las leyes y los que las hacen cumplir. Los delincuentes no se enfrascan en debates intrascendentes acerca de si está bien o mal robar, ni se rasgan las vestiduras por no ser lo que no son, ni pasan años dudando acerca de qué hacer y cómo hacerlo; ellos cumplen, en general con eficiencia, con el papel que eligieron en esta pequeña tragedia nacional: son delincuentes, por eso van y delinquen. El resto, en tanto, interpreta pésimamente su papel de ciudadano honesto y ajustado a la ley y al derecho: se enfrasca en polémicas baldías acerca de si es mejor la visión social o la mano dura, se acusa mutuamente por lo que les pasa (nunca a sí mismo), y hace años que unos prometen y otros escuchan que hay que hacer cosas que nunca se hacen, o se hacen mal.


Los delincuentes asumen bien su libreto, no se venden como lo que no son, conocen las leyes, y muchas veces logran burlarlas. El resto, los honestos, o desconoce las leyes, o si las conoce y las tiene que aplicar, las aplica tarde y negando su esencia de hombre de Derecho: tiene cárceles que no rehabilitan y torturan (eso debería estar en el libreto de los delincuentes), financia con dinero público un sistema de Justicia que colapsó pero a nadie parece importarle, viola los derechos constitucionales de los menores delincuentes pero cuando se trata de mantenerlos encerrados, como marca la ley, los deja fugarse, y, a pesar de estar atemorizado, usa su plata para pagarle $ 50 a un ascensorista y $ 8 a un policía, al que le pide, ¡bastaba más!, que arriesgue su vida por la comunidad. Si los honestos se convirtieran en delincuentes pero actuaran con la misma eficacia con que aplican la ley, estarían todos presos; como están hoy, tanto por la eficiencia de los delincuentes como por la ineptitud de los honestos."


Fuente: Artículo de Gabriel Pereyra en " El Oservador"

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